Otra vez intimando con la ausencia,
otra vez la sequía en mis papeles,
otra vez cautivo de la prudencia
queriendo escapar de los cuarteles.
Otra vez sin llegada ni partida,
otra vez espejismos por bandera,
otra vez mi libertad se suicida
por dejarme más aire en la trinchera.
Otra vez buscando en los portales
los besos que dejé tras los cristales
sonriendo a una boca que callaba.
Y otra vez, por hacer caso al instinto,
me perdí en el mismo laberinto
pensando que no me equivocaba.