lunes, 24 de octubre de 2011

Cartas del pasado para el olvido I.

¿Te das cuenta del tiempo que ha pasado desde aquel día de invierno? (Qué mal lo hice, no?)
Pues aún es más el tiempo que hace que nos conocemos
que este periodo que resulta tan largo (al menos a mi)
y en el que no nos vivimos;
(por suerte, tampoco nos matamos).

Yo lo elegí
y tú lo sufriste.
Creo que las cosas entre nosotros,
en el fondo, siempre funcionaron de ese modo;
tampoco me hace sentir orgulloso.

Me parece que alguna vez te he visto o he creído verte en alguna calle, pasar,
o en algún recuerdo que dejamos en las aceras.
Seguramente sería eso, que las dejamos
tan marcadas que todavía parece ayer.
O a lo mejor te he visto de verdad
y no me he atrevido a saludarte
por todo lo que no sé que puede pasar cuando te vea.

A veces pregunto por ti
y a veces, incluso,
me responden …
Me dicen que estás bien, aquí o allá.
Suelo alegrarme si coincide con las cosas que tú querías.

Estoy dejando de fumar otra vez … (siempre me pasa igual).
En verdad, estoy dejando muchas cosas,
creo que ahora soy mejor persona.

Es como dice el guión de una película: “Primero decidí olvidarte, y luego tuve que aprender a conseguirlo” o algo así. Lo peor es que eso nunca se aprende,
simplemente pasa el tiempo y un día
te das cuenta de que ha ocurrido.
Yo aún espero que llegue ese día.

Supongo que llegará cuando hagamos las paces.

viernes, 21 de octubre de 2011

Por fin.

Por fin os vais después de tantos años,
después de haber sido unos delincuentes,
después de habernos hecho tanto daño,
después de dejarnos tantos ausentes.

Después de tanta sangre derramada,
después de tanto pánico infundido,
después de tantas aceras manchadas
con el rojo bermellón del abatido.

Después de tanta verdades caducas
con el rostro tapado por vergüenza,
después de tantos tiros en la nuca
para nunca acabar lo que comienza.

Después de tantas bombas y secuestros,
después de las treguas para hacer zulos
y brindar mientras matan a los nuestros …
después de esto, iros a tomar por culo.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Amigos y enemigos IX.

Malditas las verdades mentirosas,
maldito el pecado que especulo,
malditas las braguitas caprichosas
que se dejan bajar con disimulo.

Malditas sean las grandes hazañas
que pregona el amante como un juego,
malditas te resulten las castañas
que tantas veces te saqué del fuego.

Malditos los abrazos, los te quiero,
malditas las promesas que engendraste,
maldito el pasado que me dejas.

Malditas las sonrisas por dinero,
maldita la manera en que me amaste
y los que hacen impares las parejas.

martes, 18 de octubre de 2011

Otra vez III.

Otra vez llegan duelos y quebrantos,
otra vez sal y vinagre en la herida,
otra vez desembarco desencantos
sin billete de tren para la huída.

Otra vez arrullando pesadillas,
otra vez la justicia se equivoca,
otra vez contando la calderilla
que me deja el crédito de su boca.

Otra vez aguantando la tormenta,
otra vez aprendiz de la esperanza,
otra vez sin Sancho ni Dulcinea.

Otra vez el corazón se impacienta
y otra vez se ladea la balanza
hacia el lado que nadie lo desea.

viernes, 14 de octubre de 2011

Ojos furtivos.

Cuando la certeza es sólo una ilusión,
un presentimiento, pero tan potente
que te nubla el sentido y la mente,
basta con preguntarle al corazón
y responderá por el resto de la gente.

Ojos furtivos porque no se puede
mirar de otra manera cuando notas
que la realidad es la que te agrede
y las mentiras aplazan las cuotas
para pagar la verdad a los idiotas.

Duele porque es maldita la esperanza
de esperar que todos seamos iguales
y como al final de una adivinanza
la moraleja se cobra la fianza
afirmando que somos animales.

Animales que vamos devorando
las virtudes de los que nos rodean.
Qué tristeza sentir que estás volando
y acto seguido ver que están robando
tus alas los que contigo se codean.

Y caer tan abajo, tan profundo,
que la luz se convierte en espejismo,
el afecto se torna nauseabundo,
tu mundo deja de ser tu mundo,
y en el espejo ya no eres tú mismo.

Pero ante la evidencia de la duda
me resigno como un condenado,
que pide, antes de ser ejecutado,
la última comida que le ayuda
a tragarse el orgullo y lo soñado.

sábado, 8 de octubre de 2011

Mañana será lo mismo.

Cuando la costumbre es una insolente
y te atrapa con su melancolía
la decepción se conjuga en presente
y se marchita el pan de cada día.

Cuando resucita la duda con
la rutina de cada desayuno
la soledad atraca al corazón
y dos retornan a ser cada uno.

Cuando el abrazo parece un alegato
y los besos se cargan de egoísmo
el amor se disfraza de contrato.

Y cuando al final de la jornada
sabes que mañana será lo mismo,
sientes que esto no sirve para nada.