martes, 24 de agosto de 2010

Voy al mar.

Voy al mar en la tiniebla
y huelo un azul oscuro
sordo, terco, basto, duro
que sin quererlo me puebla.

Me puebla el alma y la fe
como un aceite que baja
por la garganta y me raja
lento algo que no sé.

Que no sé, pero me escuece;
y me escuece porque es mío
y me escuece como el frío
del día que no amanece.

Así voy hacia el mar, ciego,
mudo, esquivando la muerte
con un latido tan fuerte
que el silencio fue mi ruego.

A lo lejos lo oigo cerca
y de cerca está tan lejos
que andamos tan parejos
como la Luna y la alberca.

También percibo su sal,
muy a penas, casi triste;
parece un mar que sólo existe
en un vaso de cristal.

Voy al mar porque no encuentro
otra tierra ni otro cielo
donde buscar el consuelo
que me reviva por dentro.

Voy al mar como un peregrino,
búscame dentro de la ola
y si al llegar estás sola
espérame en el camino.

Cosas por hacer III

Desnutrir al orgullo y a la duda,
darle una pausa a este desvarío,
rechazar la idea que se desnuda
frente a mí jurando que nada es mío.

Aprender de los errores del pasado,
diseñar una nueva primavera,
tocar más allá de lo acordado,
coser mi corazón a tu bandera.

Vivir con la muerte en los talones
para que cada una de mis acciones
sea como la última en la tierra.

Confiar por una vez en la esperanza
y escapar de este campo de matanza
para hacer el amor y no la guerra.

miércoles, 18 de agosto de 2010

En mi boca.

Malditos sean tus ojos,
tu recuerdo, tus caderas
y tu fragancia.
Benditos sean los despojos
que hiciste de mis primaveras
en la distancia.

Malditas tus desnudeces,
malditas sean todas ellas
una por una.
Malditas estupideces
de bajarte las estrellas
y la Luna.

Maldito sea el rencor
que sangra de tu costado
hasta mi pecho.
Ya no quiero más amor,
confesaba un condenado
del despecho.

Maldita sea la hora
en que llegaste a mis huesos
como una loca.
Maldita seas señora
y malditos sean tus besos
en mi boca.

Yo también.

Yo también estaba solo en mi mundo,
también en todas partes te veía
y también contaba cada segundo
entre la estación y la lejanía.

Yo también me he partido la boca
gritándole a los puntos cardinales
que no me conformaba con la poca
vida que nos traían las postales.

Yo también me he jugado el pellejo
cuando sentía que me hacía viejo
porque entonces no estabas conmigo.

Yo también conozco qué se siente
si te reza el dios de los ausentes
y te ampara la ley del enemigo.

martes, 17 de agosto de 2010

Quizá no sea tan grave.

Quizá olvidarte no sea tan grave
ni tan doloroso como pensaba
descubrir que no me equivocaba
al cerrar tu puerta y tirar la llave.

Quizá es más fácil de esta manera
para ver si resulta complatible
no esperar que ocurra lo imposible
sin perder la ilusión de mi quimiera.

Quizá dos cuerpos eran demasiado
para un corazón que en pleno invierno
dudaba de si mismo y su costado.

Quizá esto no son más que tonterías
y aquí estoy soñando en mi cuaderno
escribiendo más penas que alegrías.

domingo, 8 de agosto de 2010

Ya hablaremos.

Tanto me has odiado por tus razones
y tanto soñaste con que acabara
que ahora parecemos dos peatones
que se cruzan sin mirarse a la cara.

No pretendo encontrar tu privilegio,
tampoco estar tachado en tu inventario.
No enseñan a olvidar en el colegio,
es algo que se aprende en solitario.

Lo peor es haber llegado a esto
perdiendo el corazón y la cabeza
con todo lo que habíamos perdido.

Pero tú sigue cobrándome el impuesto
a base de silencio y sutileza
que ya hablaremos como es debido.

lunes, 2 de agosto de 2010

Como dos animales.

Éramos dos animales
olvidando los modales
bajo las camas,
tan feroces y distintos
que se fueron los instintos
por las ramas.

Humo, ruído y saliva
y un deseo en carne viva
por cada copa,
escribimos con aliento
nuestro propio mandamiento
a quemarropa.

Aprendimos a tocarnos
en un oscuro rincón
que nos rezaba,
-cuanta pasión sin amarnos-,
me decía un corazón
que se quemaba.

Qué locura, qué consuelo,
qué sabores a deshielo
en un abrazo,
qué paraíso en la tierra,
qué ganas de entrar en guerra
con tu regazo.

Y aunque ninguno se amaba
la soledad se aliviaba
de esa manera.
Como animales decía,
que buscaban compañía
donde fuera.