jueves, 30 de diciembre de 2010

Cosas por hacer IV.

Convertir los pecados en virtudes,
dibujar en cada muro una salida,
escapar de todos los ataúdes,
discutir con la muerte de la vida.

Hacer de la sonrisa una epidemia,
avivar el reposo y la templanza,
bautizar con verdad a la blasfemia,
aliñar con vinagre la esperanza.

Superar los vicios y los excesos,
vacunar al corazón del desconsuelo,
abrazar a las bocas con mis besos,

sacar la solución de la chistera,
desrizar el enigma de tu pelo,
diseñar otra nueva primavera.

martes, 28 de diciembre de 2010

Año Nuevo, Amor Nuevo.

Me alegra saber que hemos olvidado,
el rencor lo curamos con decoro,
así no volverán desde el pasado
fantasmas que hacen mutis por el foro.

Después de todo, empieza un nuevo año
y es mejor no volver a las andadas;
qué miedo tenemos a hacernos daño
que ni nos contestamos las llamadas.

No quiero ser para ti esa espinita
que sangra al fondo de tu corazón
cada vez que la duda resucita.

Propongo algo nuevo, nada especial,
que cada uno busque en su rincón
otro amor para darnos un final.

lunes, 27 de diciembre de 2010

Aquella rubia.

Aquella rubia fue una locura,
una primavera en pleno invierno,
un bálsamo para la dictadura
que marcaba la tinta y el cuaderno.

Ella era una chiflada tan serena
con una razón tan razonable
que su deseo era mi condena
y la libertad se hizo inabarcable.

Yo casi fui un reflejo de mi mismo
derrapando más de lo acordado,
soñando con volar por el abismo
y caer en un mundo imaginado.

Por besarnos en cada madrugada
pensamos que nos haríamos eternos
y a lo mejor no sirvió para nada
y tal vez terminamos por querernos.

Y por eso aún me roba poesías
del rincón donde el corazón ensaya
entremezclar las penas y alegrías
para un llanto al final de la batalla.

martes, 14 de diciembre de 2010

Gracias.

Hola a todos.

Bueno, esto no es ninguna de esas entradas que suelo escribir. Esto es una carta para todos los que os acercáis de vez en cuando por aquí y me escribís alguna frase o anécdota para daros las gracias. Nunca respondo vuestros comentarios, pero siempre me hacen mucha ilusión y conseguis sacarme más de una sonrisa. Sentía la deuda con vosotros de, al menos, decíroslo.

Es curioso, porque muchas veces, vuestras frases o poemas, se me quedan en la mente en un eco durante todo el día, y no os puedo poner caras, os recuerdo con palabras, y eso me parece dos cosas: la primera que es algo precioso que no suele ocurrir, y la segunda que es una cursilería, ya lo sé, pero qué le vamos a hacer... es la magia de los desconocidos.

No os entretengo más. Muchas gracias a todos.

Pablo Fortes.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Vacío.

Aún no he podido llenar tu vacío,
por testigo tengo la madrugada,
con la certeza del escalofrío
escribo un te quiero como si nada.

Lo peor es el amor que se va
por culpa de la fuerza de la ausencia
palpitando entre el nunca y el quizá
por seguir sintiendo tu presencia.

Y luego está la tinta que te escribe
que corre por tus ojos y mis venas
que sin estar muerta, tampoco vive,
enredando tus risas y mis penas.

Así ando, llenando tu vacío...
O más bien es algo que pretendo,
porque digo que sí al albedrío
pero siempre me agarro a un clavo ardiendo.

Hablo del corazón y su destino
en primera persona del plural,
hablo de mi piedra en tu camino,
hablo de este vacío universal.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Amigos y enemigos V.

Cuanto más te conozco, me defraudo,
es lo que me enseñaste con paciencia;
niegas cualquier locura, yo le aplaudo
al dios de tu bendita intransigencia.

Gritar es un don que te pertenece
y no por imponer más se es más fuerte
pero como haces lo que te apetece
ve pensando qué le exiges a la muerte...

Por cierto, ¿esa sonrisita idiota
que bautizas con ardua hipocresía,
dime, es por gusto o por dar la nota?

(Y yo pensando que me había librado
para siempre de tu compañía
y tú buscando un asiento a mi lado).

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Contigo aprendí.

Contigo aprendí a esperar
y a no esperar nada de ti.
Aprendí que lo mejor de todo,
era sin duda, lo que andaba por llegar
de cualquier extremo,
pero siempre después de ti.
Aprendí a saborearte en las migajas,
a dibujar tu cuerpo con el viento,
a gritar ese nombre
en silencio.

Más tarde, tras la decadencia,
cuando ya no aprendía contigo
y casi todo
lo había averiguado,
aprendí a no esperarte
y a esperarlo todo sin ti.
Fuera de ti, aprendí a saborear.
Aprendí a borrar el viento,
a estar callado en el silencio.
Entonces supe, que lo mejor
había llegado,
inexorable,
como la hora del almuerzo.

Y como un tonto te busqué
por enseñarte todo esto
olvidando lo que aprendí.