Harto de vagar por la madrugada,
de esperar lo que espero y no me espera,
atraqué, sin pensar en la coartada,
la esperanza de una vieja primavera.
El corazón es como un mercenario
que no atiende a ruegos ni alegatos
si desentraña que lo necesario
es sobrevivir entre los ingratos.
Cuando te olvidas de ser tú mismo
se suele caer en la tentación
de venerar al Dios del conformismo.
“No, gracias”, como dijo un tal Cyrano,
prefiero hacerle caso a mi razón
que estar comiendo de tu mano.