Haces de mi sorpresa tu rutina,
la calma no comulga con tus planes,
te procalmo bálsamo de granadina
para la amargura de los donjuanes.
El silencio es tu arma favorita
para verter la sabia del pecado,
aunque diga "tal vez" la margarita
resucitas la sangre en mi costado.
Y yo, en un bis a bis con la paciencia,
espero como un preso tu sentencia
que me exile a una nueva primavera.
Mientras tanto, aprendriz del todavía,
juego al escondite con el día
oculto en una noche que te espera.
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