Malditas sean las enfermedades
y la sangre que sale a borbotones,
las mentiras que encierran los cajones,
los papeles donde escribo mis verdades.
Maldita la esperanza deseada
que alimenta un quizá que no se cura,
los vicios que rompen su clausura,
las virtudes que no sirven para nada.
Maldito el recuerdo y su perfume,
malditos los finales a deshora,
maldito tiempo que me consume.
Esta vez acabaré lo empezado
aunque maldiga lo que se atesora
en el lado izquierdo de mi costado.
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