lunes, 2 de agosto de 2010

Como dos animales.

Éramos dos animales
olvidando los modales
bajo las camas,
tan feroces y distintos
que se fueron los instintos
por las ramas.

Humo, ruído y saliva
y un deseo en carne viva
por cada copa,
escribimos con aliento
nuestro propio mandamiento
a quemarropa.

Aprendimos a tocarnos
en un oscuro rincón
que nos rezaba,
-cuanta pasión sin amarnos-,
me decía un corazón
que se quemaba.

Qué locura, qué consuelo,
qué sabores a deshielo
en un abrazo,
qué paraíso en la tierra,
qué ganas de entrar en guerra
con tu regazo.

Y aunque ninguno se amaba
la soledad se aliviaba
de esa manera.
Como animales decía,
que buscaban compañía
donde fuera.

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