Malditos sean tus ojos,
tu recuerdo, tus caderas
y tu fragancia.
Benditos sean los despojos
que hiciste de mis primaveras
en la distancia.
Malditas tus desnudeces,
malditas sean todas ellas
una por una.
Malditas estupideces
de bajarte las estrellas
y la Luna.
Maldito sea el rencor
que sangra de tu costado
hasta mi pecho.
Ya no quiero más amor,
confesaba un condenado
del despecho.
Maldita sea la hora
en que llegaste a mis huesos
como una loca.
Maldita seas señora
y malditos sean tus besos
en mi boca.
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