lunes, 27 de diciembre de 2010

Aquella rubia.

Aquella rubia fue una locura,
una primavera en pleno invierno,
un bálsamo para la dictadura
que marcaba la tinta y el cuaderno.

Ella era una chiflada tan serena
con una razón tan razonable
que su deseo era mi condena
y la libertad se hizo inabarcable.

Yo casi fui un reflejo de mi mismo
derrapando más de lo acordado,
soñando con volar por el abismo
y caer en un mundo imaginado.

Por besarnos en cada madrugada
pensamos que nos haríamos eternos
y a lo mejor no sirvió para nada
y tal vez terminamos por querernos.

Y por eso aún me roba poesías
del rincón donde el corazón ensaya
entremezclar las penas y alegrías
para un llanto al final de la batalla.

1 comentario:

  1. nunca me gustaron las rubias...sólo me fío de una, y porque es teñida que si no...jajaja ;)

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