Contigo aprendí a esperar
y a no esperar nada de ti.
Aprendí que lo mejor de todo,
era sin duda, lo que andaba por llegar
de cualquier extremo,
pero siempre después de ti.
Aprendí a saborearte en las migajas,
a dibujar tu cuerpo con el viento,
a gritar ese nombre
en silencio.
Más tarde, tras la decadencia,
cuando ya no aprendía contigo
y casi todo
lo había averiguado,
aprendí a no esperarte
y a esperarlo todo sin ti.
Fuera de ti, aprendí a saborear.
Aprendí a borrar el viento,
a estar callado en el silencio.
Entonces supe, que lo mejor
había llegado,
inexorable,
como la hora del almuerzo.
Y como un tonto te busqué
por enseñarte todo esto
olvidando lo que aprendí.
siempre ocurre, verdad? esa vuelta inútil a olvidar los principios... me encantó este texto
ResponderEliminarSiempre puedes volver a aprenderlo y apuntarlo en un cuaderno y luego se lo envías por correo.
ResponderEliminarEs genial. Me ha encantado.
Te entiendo, me siento muy reflejada en tus palabras. Saludos.
ResponderEliminarIncreible como escribes...te encontre por casualidad y fue una suerte,tus palabras llegan
ResponderEliminarsaludos